Casi 600 años de historia descansan sobre el Toisón de Oro en España, una insignia de valor incalculable que representa la más alta condecoración dinástica de la Casa Real. Un millar de soberanos, políticos y miembros de las familias reales más influyentes del mundo han ostentado el Collar de la Orden homónima. Ni es hereditario ni su concesión atañe al Estado español: se trata de un honor vitalicio impuesto por la Casa de Borbón.
El pasado mes de enero, la reina Sofía de Grecia fue condecorada con el ilustre Toisón de manos de Felipe VI «por su dedicación y entrega al servicio de España y de la Corona». De este modo, la antigua consorte pasó a formar parte de la historia del Toisón de Oro, cuya historia corre paralela al Ducado de Borgoña y constituye, junto a la Jarretera inglesa, la distinción caballeresca con mayor renombre de Europa.
Borgoña, Jasón y los Argonautas: rastreando el origen del Toisón de Oro
El origen del Toisón de Oro está enraizado en el nacimiento de una antiquísima orden de caballería, conocida formalmente como «Insigne Orden del Toisón de Oro». Esta compañía u organización —como expresaríamos hoy— se divide en dos ramas, austriaca y española. Fue el duque de Borgoña, Felipe III el Bueno, quien fundó la orden en Brujas en el siglo XV a propósito con su unión conyugal con Isabel de Portugal.
No es equivocado pensar que la Orden de la Jarretera, establecida en 1348, sirvió de inspiración para la orden borgoñesa. Pero a diferencia de aquella, buscaría su base no en la leyenda artúrica, sino en la griega de Jasón y los Argonautas.
El carnero era el emblema de la ciudad natal de Felipe III, que adoptó y mitificó este símbolo al relacionarlo con la epopeya del héroe heleno. Y es que el vellocino o Toisón de Oro en la mitología era el preciado objeto que Jasón debía alcanzar para coronarse como rey.
Esta insignia se compone de un collar de 26 eslabones que sostienen un vellón o lana de carnero, realizados en oro y adornados con motivos simbólicos. Cada eslabón contiene una doble «B». Las letras, enfrentadas, se alternan con las armas borgoñesas: un rascador y un pedernal, cuya colisión produce chispas que prenden la yesca. Estos objetos guardan parte del significado del Toisón de Oro, pues apuntan al lema del Gran Duque de Occidente: Ante ferit quam flamma micet («Hiere antes de que se vea la llama»).
Para el coleccionista, es indispensable considerar estos detalles y peculiaridades antes de comprar un Toisón de Oro, reproducido con exactitud y fidelidad en ‘Condecoraciones y Coleccionismo’.
La Orden del Toisón, un selectísimo «club» con 16 damas y caballeros
Históricamente, el Collar de la Orden se otorgaba a nobles y soberanos cristianos en reconocimiento a sus conquistas en Tierra Santa o su lucha contra las fuerzas del Imperio Otomano. En el siglo XXI se concede ya a prohombres sin importar su abolengo o religión, premiando su ejemplaridad, desempeño encomiable de sus funciones y/o servicios prestados a la nación española. Para muestra, las «recientes» imposiciones del Collar al filólogo Víctor García de la Concha, el monarca saudí Abdalá bin Abdulaziz o el expresidente Adolfo Suárez.
Desde su fundación en 1429, se han registrado más de 1.200 caballeros de la Orden del Toisón de Oro. En la actualidad, la Orden está formada por 4 damas (Beatriz de los Países Bajos, Margarita II de Dinamarca, Leonor de Borbón y Sofía de Grecia) y 12 caballeros (Juan Carlos I y Felipe VI de España, Carlos XVI Gustavo de Suecia, Akihito de Japón, Alberto II de Bélgica, Harald V de Noruega, Simeón II de Bulgaria, Javier Solana de Madariaga, Enrique de Luxemburgo, Víctor García de la Concha, Nicolas Sarkozy y Enrique Iglesias García).
La exclusividad es una de las señas de identidad del Toisón. Mientras que los nombramientos están numerados (la princesa de Asturias es la número 1204, p. ej.), el collar y su vellocino áureo son «únicos» y regresan a la Orden tras la defunción del titular.
En sentido estricto, han existido al menos 60 collares y solo una veintena está actualmente en circulación, es decir, en posesión de su legítimo titular. Esta discrepancia numérica se explica por la desaparición de varias unidades a lo largo de la historia. El emperador Akihito de Japón, por ejemplo, extravió la suya en 1994.
Hoy, medio milenio después de su nacimiento, la Orden sigue defendiendo los valores e ideales caballerescos, manteniendo una vigencia extraordinaria considerando su antigüedad.